
¿CONTINUISMO, NACIONALISMO O TERRORISMO?
Por Antonio Luna Neyra
El terrorismo, provenga de donde provenga y busque lo que busque, es algo que, por principio, tenemos que condenar con firmeza y sin vacilación. Ni el terrorismo de Estado ni el terrorismo de los grupos alzados en armas, por tratarse de acciones irracionales y aisladas de las masas, tuvieron ni tendrán jamás nuestra simpatía o apoyo.
La prevista y categórica derrota política y militar de Sendero Luminoso y el MRTA, en momentos en que se enfrentaban al Estado fujimontesinista, en una guerra que duró más de un decenio y costó la lamentable pérdida de más de 70 mil vidas, obligó a los dirigentes de los grupos sediciosos a firmar acuerdos de paz y de reconciliación con los mandamases de la dictadura fujimorista.
Durante la última década y media, el Perú recuperó y gozó casi por completo de la ausencia de voladuras de torres, apagones, coche bombas, crímenes arteros, genocidios, atentados y toda clase de acciones criminales que se cometían diariamente durante la confrontación armada, en medio de la cual se encontraba el pueblo indefenso y ajeno a los propósitos de uno y otro bando.
En estos últimos años, más allá de algunas esporádicas y sospechosas acciones del narcoterrorismo contra los miembros de las FF.AA y policiales, como la emboscada ocurrida en estos últimos días en medio del VRAE y al término del primer juicio a Fujimori, SL y MRTA ya no le hacen ni cosquillas al sistema ni a la democracia imperantes y no constituyen ningún peligro militar o político para el Estado peruano. Se puede asegurar, entonces, que los grupos insurrectos ya no pesan tanto en el escenario político, como ocurre con otros grupos políticos, financieros y mafiosos que han ganado protagonismo en la vida nacional.
Y mientras algunos responsables de la guerra fratricida de los 80 y 90, se encuentran derrotados, encarcelados ó agobiados por la repulsa popular y se han replegado ó se han refugiado en los valles amazónicos para aliarse al narcotráfico, los otros responsables de la matanza, los fujimontesisnistas, con el cinismo que les caracteriza, libres y con los bolsillos llenos por la corrupción, hacen esfuerzos descarados para llegar nuevamente al poder con la clara intención de imponer la misma política mentirosa, terrorista y corrupta que impusieron durante su tiranía.
La justa y ejemplar sentencia a 25 años de prisión contra el dictador FUJIMORI, por las matanzas de Barrios Altos y la Cantuta y el secuestro de Gorriti y Dayer, no han sido suficientes para escarmentar a quienes se dedicaron sistemáticamente a pisotear y violar derechos y libertades ni los ha hecho desistir de su protervo interés de seguir organizando su movimiento político para lograr la impunidad de sus crímenes y el regreso de los mayores terroristas de Estado y las autoridades más corruptas que ha tenido el Perú durante su vida republicana.
Frente a esta situación, el gobierno de Alan García, lejos de sus promesas de cambio y con una fuerte simpatía al fujimontesinismo, solo piensa en continuar a como dé lugar con el mismo programa neoliberal con el que irrumpió la dictadura en 1992, aunque para ello tenga que vetar la candidatura de Ollanta Humala, quebrar el orden constitucional o reabrir el cauce de la violencia terrorista.
¿Está probado que Alan García es un hombre de derecha, neoliberal, autoritario, que se parece tanto a Fujimori, que es enemigo acérrimo del nacionalismo y la izquierda y que tiene casos pendientes de genocidio y corrupción con la justicia nacional e internacional? Sí, está probado.
¿Está probado que Alan García prometió a los grandes empresarios 10 años más de continuismo neoliberal y estabilidad política y no permitir que sea presidente quien él no quisiera? Sí, está probado. Y nosotros, estamos advertidos.
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